En una hábil maniobra política, Donald Trump logró transformar una adversidad legal en una victoria pública. El ex presidente de Estados Unidos, inmerso en una vorágine de problemas judiciales que no ha enfrentado ningún otro ex mandatario, demostró su maestría en el populismo con una visita al Café Versalles, un popular punto de encuentro del exilio cubano en Miami.
Después de ser temporalmente detenido y acusado de siete delitos que podrían resultar en una condena de hasta 100 años de prisión, Trump se dirigió al corazón de la calle más cubana de Miami, la Calle 8, para recibir el afecto y el apoyo de sus seguidores. Parecía más un campeón de fútbol que un político en apuros legales, a pesar de ser el primer presidente estadounidense en enfrentar cargos penales federales.
El conservadurismo de la comunidad cubana y su agradecimiento por la política restrictiva de Trump hacia Cuba lo han convertido en una figura icónica entre los exiliados. El día de su visita coincidió con su 77 cumpleaños, lo que agregó un tono festivo al evento.
A pesar de su conocida aversión a tocar a la gente debido a su misofobia, Trump se sumergió en la multitud, se tomó fotos y habló brevemente con la prensa. Aunque la batalla legal sigue su curso, Trump parece haber ganado en la corte de la opinión pública, en especial frente a su rival republicano, el gobernador de Florida, Ron DeSantis.
Trump, con su estilo de showman, deslumbró al público con su carisma y su habilidad para relacionarse con la gente, incluso cuando detesta el contacto físico. Su visita a Florida reafirmó su popularidad entre los exiliados cubanos y venezolanos, consolidando su posición como una figura central en la política conservadora.